CONFINAMIENTO. DÍA 30.

Lunes de Pascua. Festivo en Cataluña.

Pensaba subir a la azotea para que me diese el aire, pero resulta que está prohibido.

Lo he leído hoy en las indicaciones para el nuevo estado de confinamiento, que no es nuevo sino que es el anterior al permiso remunerado recuperable.

Tanto prestar atención a las noticias y ruedas de prensa y resulta que no me entero de nada. Estoy más empanado de lo normal. Creo que la confusión es ya un nuevo efecto secundario del confinamiento. Mi mente empieza estar tan bloqueada como mis intestinos.

CONFINAMIENTO. DÍA 29.

Domingo de Pascua.

No tengo nada que decir, salvo que el estreñimiento comienza a ser preocupante.

CONFINAMIENTO. DÍA 28.

Hoy he vuelto a salir a comprar. Necesitaba mis medicamentos de enfermo crónico.

El farmacéutico me ha ofrecido mascarillas, y eso que en la puerta había un cartel que rezaba que no disponían de ellas. Quiero pensar que dicho cartel tiene un efecto disuasorio para que la gente no se amontone para comprarlas, pues resulta evidente que sí tienen.

Ya he dicho en un par de ocasiones que estoy incondicionalmente con el gobierno y administraciones varías de este bendito país, pero cada vez es más difícil. No dejan de dar bandazos en sus comunicados. Ahora mascarillas sí, antes no, más antes ni sí ni no. Se venderán en farmacias a precios regulados, se repartirán en los transportes públicos, pero todavía no se sabe cuando; lo hará el gobierno, lo hará la Generalitat…

A pesar de todo, las he adquirido quince para mis padres, que se obstinan en ir al mercado de Felipe II a comprar, una vez por semana. Me las han vendido como si las fabricara Apple. Entiendo que las farmacias estén pagando al mayorista también una fortuna por las mascarillas, pero más de 2 euros por un trozo de trapo con gomitas me parece un abuso. ¡Menuda regulación de precios!

Si no fuera porque mis padres pueden estar mejor con ellas me sentiría como un mentecato del que todo el mundo abusa. No hay crisis económica o biológica en la que no me sienta así. Siempre hay alguien que saca rédito de las calamidades. Siempre soy victima, nunca me beneficio de nada. (Tengo que escribir sobre esto)

Espero, al menos, que mis padres estén mejor protegidos cuando vayan al mercado, pues supongo que serán de las buenas y no las de carpintero que estaban usando últimamente. Si es así habrá merecido la pena el gasto y la cara de panoli que se me ha quedado.

CONFINAMIENTO. DÍA 27.

Viernes Santo.

Ayer el presidente del gobierno,en sesión parlamentaria, anunció el fin del confinamiento total con la conclusión del permiso retribuido recuperable. Eso significa que ya no soy un trabajador no esencial.

Ayer también. me llegó el comunicado para que me apuntara en el servicio de ocupación de Cataluña, como trabajador afectado por un ERTE. Estoy un poco nervioso porque no sé si lo rellené bien.

Había una pregunta que decía cuantos tiempo llevaba ejerciendo la profesión de delineante, pero no especificaba si en mi empresa actual o en toda mi vida profesional.

Opté por la segunda opción y calculé alrededor de 228 meses, resultado de multiplicar 19 años por 12 meses, pero ni sé si son 19 exactamente, ni si se calcula multiplicando por 12, o sí esta información está en alguna parte.

Debo de reconocer que siempre he sido descuidado con mis asuntos burocráticos. Lo mejor será que llame la semana que viene al numero gratuito que figura en el enlace al formulario y lo aclare.

¡Por qué será todo tan difícil!

CONFINAMIENTO. DÍA 26.

Jueves Santo. No trabajo. Mi empresa decidió que este año incluiríamos este día en el calendario de vacaciones, pues no es festivo en Cataluña.

¡Qué contento me puse! Pensé en hacer pequeño viaje o mejor aún, usar estos días para conducir y así practicar. Tengo un montón de sitios a los que quiero ir en coche.

Pero ya ven. Pasaré la Pascua encerrado en casa en medio del apocalipsis, leyendo noticias desalentadoras, preocupado por la salud de los míos y temeroso del futuro, si es que tenemos futuro.

CONFINAMIENTO. DÍA 25.

Esperando conectar con mi empresa. Ya son las diez y media. ¿No se acuerdan de mí o qué?

Mientras he estado corrigiendo los títulos de mis entradas. Días equivocados y erróneos. ¿Estaré perdiendo la noción del tiempo?

CONFINAMIENTO. DÍA 24.

Parece que la cosa mejora un poco. Con entre 900 y 600 muertos diarios no sé si se puede hablar de mejoras.

Después de teletrabajar he ido al supermercado. Pertrechado con guantes y ahora mascarilla. No sé si esta sirve, es de las de carpintero, pero no tengo otra.

He comprado agua con gas y Coca Cola sin cafeína ni azúcar ni nada. También he comprado café y mantequilla. He salido pitando del establecimiento pues no sé si lo comprado puede considerarse esencial. Para mí sí lo es , pero no se si la autoridad competente opina igual.

He visto noticias sobre personas multadas por comprar refrescos, chocolate o salchichas de Frankfurt. Claro que la cuenta no ascendía ni a seis euros. Yo me he gastado bastante más.

El caso es que he corrido hacia casa como si en vez de comprar en un «super» me hubiera ido a pillar caballo en algún callejón. Espero que esta entrada no sirva en un futuro para condenarme a una multa.

CONFINAMIENTO. DÍA 23.

Lunes Santo. A la espera de me llamen de la empresa.

De pensar que este año estaba tan contento porque mi jefe había decidido que cerrásemos en Jueves Santo, que no es festivo en Cataluña.

Ayer me corté el pelo yo mismo con la máquina que uso para recortar la barba. ¡Qué mal! Parezco una francesa represaliada por tener relaciones con los soldados alemanes invasores durante la Segunda Guerra Mundial. En principio esta maquinilla también sirve para cortar pelo, pero no sé yo.

Mi madre a mitigado un poco el desastre, recortando aquí y allá. Ahora al menos parezco un Buda. Necesito una máquina mejor.

CONFINAMIENTO. DÍA 22.

Ayer nuestro presidente de gobierno anunció otros quince día más de confinamiento. Al menos, cuando pase la Semana Santa, los trabajadores no esenciales podremos volver a teletrabajar.

También quieren que llevemos todos mascarillas, barbijos los llaman en Argentina y Bolivia y tapabocas en México y Cuba. (Algo que me llena de orgullo es que entre los lectores de mi blog los hay de toda América hispanohablante, incluidos los Estados Unidos)

No sé, como no los pintemos ya me dirán de donde las sacamos. Mi padre tiene algunas de las que usa cuando hace cosas de carpintería, para evitar respirar polvo y virutas, pero creo que esas no sirven, como mucho para evitar salivajos y esputos traicioneros de la gente por la calle. El gobierno ha dicho que habrá para todos y a precios contenidos. Ya veremos, el gobierno dice muchas cosas.

Estoy desayunando pan con aceite de oliva y sal, mi desayuno favorito. Me aficioné a él cuando siendo un niño de 12 años, acompañé todo un verano a mi abuela Rosario en Málaga. Parte del tiempo lo pasamos en la Caleta de Vélez y el resto en Cómpeta, donde mi vivía mi tío abuelo Gabriel, que era panadero y tenía la tahona en la planta baja de la casa donde viví. ¡Claro, teniendo pan recién hecho cada día no me iba a poner a desayunar cruasanes!

Lo típico allí, era verter el aceite sobre un plato, echarle sal e ir mojando el pan. ¡Qué bueno estaba el pan recién hecho por mi tío abuelo, empapado en aceite de oliva andaluz, de aceituneros altivos de Jaén y de Miguel Hernández.

Pero yo soy catalán y llevo demasiado anclado en mi cultura el «pa amb tomàquet«, pan con tomate. Recuerdo la primera vez que me hice un bocadillo con aceite de oliva y tomate en la Caleta de Vélez. Cuando acabé me encontré de bruces con los ojos fuera de las órbitas de mi primito Sebastián, que por aquel entonces no contaba con más de seis años, que me preguntó atónito:

-. «¡¿Qué has hecho tito?!»

Me lo preguntó con el asombro de haberme visto poner lejía y no tomate al pan. Le tuve que explicar que en Cataluña solíamos untar tomate en casi cualquier bocadillo. Por supuesto se lo di a probar y le gustó mucho. Desde entonces para merendar muy a menudo pedía a mi abuela que le hiciera «Un bocadillo catalán». Era muy gracioso mi primo Sebastián ¿Qué habrá sido de él?

El maravilloso olor del pan recién hecho con ingredientes y horno tradicional

CONFINAMIENTO. DÍA 21.

Sábado. No trabajo.

Estoy mirando la prensa digital. Leo periódicos de distinto pelaje como «El País» o «El Español«. Hace tiempo que la prensa ya no me interesa, pero ahora, dadas las circunstancias, le estoy prestando atención. Pero la información es tan contradictoria, sesgada y partidista que me pone nervioso.

Cuando era joven compraba «El Periódico de Cataluña» cada día y lo leía mientras desayunaba, esperando que abrieran la oficina. Además también leía alguno de los periódicos gratuitos que se acumulaban en las estaciones de metro por allá de los «dosmiles», escuchaba la radio y prestaba atención a los informativos de la T.V. Pero al ir envejeciendo, la prensa me empezó a hastiar.

Cada día, cuando llego a la estación de Montmeló, unas simpáticas chicas, casi casi niñas , me ofrecen gratis «La Vanguardia» unas veces y otras el periódico deportivo «El Mundo Deportivo«, al salir de las escaleras mecánicas.

Valoro mucho que estas chicas estén a las siete de la mañana repartiendo periódicos sacándose un dinerillo. Por eso siempre se los acepto con una sonrisa y un «gracias. Pero los diarios que reparte no me interesan, además, aunque cuanto más me golpea la vida trato de ser más humilde, todavía tengo principios.

Los días que las chicas me ofrecen «La Vanguardia» suelo leer los titulares y después miro por encima a quién entrevistan en su famosa contraportada, por si me interesa el tema del que hablan. Luego tiro el diario en la papelera situada en la esquina de la calle del Primero de Mayo con la Calle de Navarra a unos 50m de la estación. Por supuesto que hay una papelera en la puerta misma de la estación, pero no quiero que las repartidoras me vean tirando el periódico a la basura, sería como despreciar su trabajo.

Pero si me ofrecen «El Mundo Deportivo» lo tomo, lo doblo y lo tiro sin ni siquiera mirarlo. Hay pocas cosas que entienda menos que la prensa deportiva e incluso me da vergüenza que me vean portando un ejemplar de este tipo de publicaciones. Sí, ya sé, no soy un intelectual y mi cultura es deficiente, pero no tanto como para encontrar interesantes, las previsiones de fichajes, las opiniones de futbolistas sin educación primaria y los resultados del Getafe Osasuna, todo escrito en letra gorda y redacción para párvulos

Creo que hoy hablará nuestro Presidente del Gobierno. ¿A ver que dice?

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