-. ¡Al·lahu-àkbar! – Grita un muchacho de rasgos árabes que acaba de entrar en un restaurante de algún lugar de Europa, mientras dispara con el fusil de asalto que lleva. El muchacho es joven, parece recién reclutado por alguna organización yihadista. Está nervioso y falla el tiro que impacta sobre el acuario donde se exhiben los crustáceos que se han de comer la gente. El agua se desparrama por el suelo del restaurante y dos langostas y un bogavante caen al suelo junto a miles de pedacitos de vidrio. La confusión y el caos cunden entre los comensales. Gritos y aspavientos por doquier y entre ellos el vozarrón de un señor con gran barriga que viste un traje azul marino.
-. ¡Pero que hace! ¿Es qué pretende atentar contra nosotros? ¿No ve que somos demócratas? ¿No sabe que la democracia nunca puede ser vencida por la barbarie?
-. No hable con él.- Comenta un anciano vestido todo de negro con una corbata pasada de moda.- ¡No ve que es un moro terrorista!
-. ¡Eh! – Exclama el tipo barrigón.- ¿Cómo se atreve a estereotipar a toda una raza por el comportamiento fanático de unos pocos? Esto no es una guerra de religiones ni de civilizaciones. Es la guerra entre nuestras libertades y la barbarie ¡Usted no es un demócrata es un viejo fascista!
-. ¡No se olvide del estado de derecho! – Grita desde el fondo un joven medio calvo con pinta de sabelotodo.
-. ¡Gracias! me olvidaba del estado de derecho.- Corrige el tipo barrigón.- Te juegas que te apliquemos el estado de derecho y eso no te va a gustar.
-. Dispárale al viejo facha y no a los demócratas.- Grita una jovencita obesa con voz de pito.
-. Y por qué no le dispara a tu padre.- Exclama alarmado el viejo de la corbata pasada moda.
-. ¡Al·lahu-àkbar! – Vuelve a gritar el terrorista mientras descerraja otro tiro. Esta vez le da a un cuadro abstracto que colgaba de la pared y que cae con gran estrépito.- La gente se asusta y agacha la cabeza, el tipo barrigón es el primero en recobrar la compostura.
-. A ver hijo, ¿qué parte de la “democracia nunca puede ser vencida por la barbarie” no has entendido?
-. ¿Cómo le va a entender, seguro que sólo habla árabe? – puntualiza un tipo alto y desgarbado con gafas redondas.
-. ¿Entiendes lo que te digo hijo? – Pregunta paternal el tipo barrigón.
-. Sí, nací aquí. Me he alistado para vengar a mis hermanos musulmanes que son oprimidos por el gran Satán americano y los sionistas.
-. ¡Vaya tontería! Musita una señora cincuentona con exceso de maquillaje que ha retomado su cena a pesar del tiroteo.
-. ¿Quién ha dicho eso? ¡Al·lahu-àkbar! – el joven yihadista enojado dispara nuevamente dándole a una lámpara.
Aprovechando el desconcierto un joven fornido, aparentemente un policía o un soldado de paisano se abalanza sobre el terrorista. Su intento queda abortado por dos hombres de aspecto intelectual.
-. ¿Qué va a hacer? – Comenta uno de los que han detenido al muchacho fornido.
-. Pues intentar neutralizarlo y desarmarlo.- Exclama jadeante el joven fornido mientras forcejea con sus dos oponentes.
-. ¿Está loco? Comenta el otro intelectual recolocándose unas grandes gafas de pasta que lleva.- ¿No sabe que la violencia sólo genera violencia? Hemos de establecer vínculos de solidaridad y entendimiento si queremos acabar con el terrorismo y sobre todo aplicar el estado de derecho.
-. ¡Pero está armado! ¡Nos puede matar a todos! – grita el joven fornido después de liberarse de los dos tipos.
-. Eso es una consecuencia de la política de agresión que hemos practicado sobre su pueblo.- Sentencia el primer intelectual sacudiendo su chaqueta con coderas.- Los intereses de los gobiernos y de las grandes corporaciones seguramente mantienen una guerra genocida en la que antes era una pacífica aldea de oriente medio donde vivía tranquilamente este joven.
-. ¡Oiga! Que le he dicho que soy de aquí, ¡qué aldea ni que ocho cuartos! – Protesta irritado el joven yihadista.
-. ¡Tranquilízate! Suplica el tipo barrigón al terrorista mientras mira con severidad a los dos intelectuales y al joven fornido.- Ya está el ambiente bastante cargado, hagan el favor de volver a sus mesas.
-. Sí, tranquilícense todos.- Grita el “maître” del restaurante mientras exhibe las dos langostas que ha recogido del suelo.- Miren que desastre, las langostas aún colean pero creo que el bogavante está muerto. ¿quién lo va a pagar? ¿eh?¿eh?
-. ¡Dios mío! El bogavante está muerto! – Exclama sollozando una mujer menuda con un moño.
-. Lo que yo les decía es un moro asesino ¡Qué culpa tenía el animalito! – Vuelve a intervenir el viejo de la corbata pasada de moda.
-. ¡Cállese viejo facha! ¡Dispárale de una vez! Insiste la joven obesa con voz de pito.
-. ¡Ya basta! – Grita con su voz atronadora el tipo barrigón. Vamos a calmarnos todos. Para ello propongo un minuto de silencio por el bogavante.
Todos los comensales murmuran, algunos no lo ven claro pero todos aceptan homenajear al crustáceo finado. Todos se ponen en pie y se mantienen callados aproximadamente un minuto.
-. ¿Pero qué hacen? – Pregunta confuso el yihadista.
-. Una demostración de duelo ante el dolor que nos has causado. Puedes hacernos daño pero si nos mantenemos unidos nunca podrás vencernos.- Sentencia el tipo barrigón.
-. Eso.- Exclama el tipo alto desgarbado.- Cojámonos de las manos y cantemos. Demostrémosle la fuerza de la unidad de los demócratas.
Todos los comensales se agolpan delante del yihadista y se toman de las manos. La mujer menuda del moño tararea los primeros compases de “Imagine”, el resto de comensales rompen a cantar.
-. “…Imagine all the people living life in peace…”
El yihadista aturdido por el espectáculo coral que está viendo decide huir y suelta el fusil. El tipo barrigón grita exultante.- ¡Lo ven se rinde! Nada puede con la unidad democrática ni el estado de derecho.
El yihadista retrocede hacia la salida pero es interceptado por el tipo barrigón.
-. ¿Lo ves hijo? Mediante la violencia y la barbarie no conseguirás nada sin embargo al recuperar el sentido común y tirar el arma te has ganado nuestros corazones. ¡A mis brazos!
El tipo barrigón abraza como un oso al terrorista el cual grita.- ¡No!
-. ¿Cómo qué no? El amor y la solidaridad deben de reinar entre las civilizaciones.- Pontifica orgulloso el tipo barrigón mientras le propina un tremendo achuchón al terrorista.
-. Me refiero a que está apretando con su panza el detonador de mi cinturón de explo…
Fin.