«Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.»
Ismael serrano.
Recuerdo haber coincidido con Ada Colau hace dos o tres años en el metro. Me costó reconocerla, soy mal fisonomista creo que esa fue una de las razones por las que tuve que dejar el dibujo artístico. Me sonaba su cara, pero no fue hasta tres o cuatro paradas cuando la identifiqué:
- ¡Ah claro, es la chica de los desahucios! Dije para mis adentros.
¡Y mírenla! A un paso de ser la primera alcaldesa de Barcelona. Pero no será gracias a mí. ¡Quiero que quede bien claro! No deseo atribuirme méritos que no me corresponden. Tanto si su mandato es glorioso, como si se convierte en la más brillante munícipe de la historia de Cataluña o simplemente por ser el primer alcalde barcelonés con dos cromosomas equis, yo no tendré nada que ver.
Estuve a punto de votarla, en serio, de hecho entré en la cabina esa donde puedes elegir discretamente tu papeleta con el firme propósito de tomar la suya, pero en el último momento me decidí por coger la de uno de esos partidos de siempre. Durante ese lapso de tiempo tan breve, encontré dos fuertes razones para no votarla. No niego que puedan ser razones estúpidas pero me gusta ser coherente, la coherencia es una de las pocas cualidades mentales que todavía me atribuyo y es lo que me hizo meditar mejor mi voto.
La primera razón es que Ada Colau no era la chica anti desahucios sino la portavoz de la P.A.H. (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y ese es un matiz que yo entonces ni ahora no puedo soslayar. «Afectados por la Hipoteca» esa es la clave. Yo pensaba entonces y sigo pensando que para que alguien te defienda tienes que ser “propietario”. No recuerdo si existía o existe una asociación equivalente para inquilinos desahuciados, pero sin duda de existir ni eran tan ruidosos ni tan populares ni tenían una portavoz tan combativa y carismática con la que yo no estaba del todo de acuerdo.
Y no estaba de acuerdo porque yo nunca fui propietario de una vivienda, pues era consciente de que no podía pedir una hipoteca ya que nunca gané lo suficiente para ello, aparte de que ni en mis más delirantes fantasías hubiese pedido a mi familia, que me avalasen con su patrimonio. Tampoco me dejé llevar por los cantos de sirenas de los bancos: “Tengan, cientos de miles de euros para un cuchitril y le sobra para amueblarlo versallescamente y comprarse ese BMW que tanto necesitan. Ya nos los devolverá dentro de 60 años». Sí bien es cierto que muchísima gente fue desahuciada injustamente tras perder su empleo y quedar al albur las crueles leyes hipotecarias de este país, hubo otra mucha que se convirtió en victima de hipotecas que no podían permitirse y pretendían poco menos que los bancos, donde todos tenemos nuestros ahorros, les perdonasen su falta de previsión. Si yo que tengo una inteligencia media baja me di cuenta de que no podía y no debía pedir una hipoteca y menos fiarme de los bancos, cualquiera en mi situación podía darse cuenta. Nunca acabé de entender la lucha de Ada y P.A.H. así que ahora no me parece justo subirme al carro de su éxito arrollador.
La segunda razón y tal vez la más difícil de explicar es que… estoy harto de frustraciones. No quiero depositar mi esperanza en proyectos políticos novedosos y líderes carismáticos con o sin coleta, para después verlos convertirse a aquello contra lo que les pedimos que lucharan, como en el mayo del 68: aquellos rebeldes de ayer se convirtieron en los consejeros de administración de hoy.
Es por eso que voté a un partido de los de siempre, uno de esos partidos que ya me habían decepcionado antes pero en los que nunca deposité demasiada ilusión y el desengaño fue más llevadero. Seguramente mis expectativas respecto a la Sra. Colau hubiesen sido estratosféricas y en caso de fallarme no hubiese podido resistir hundirme en la desesperanza. De todas maneras la felicito por su victoria y por demostrar que no hay nada imposible en política, inútil sí, pero imposible no. Además deseo encarecidamente que si llega a alcaldesa, esta vez se preocupe de todos, sean propietarios o no.
Querido David, puede que tengas razón, pero yo confieso he sucumbido, yo sí que he votado a la Ada Colau… Y es más, yo que he huido de las mesas durante largos años, dándome el gustazo de no votar por puro pateleo me he despertado temprano y votado a la primera hora… (en Brasil, el voto no es un derecho sino una obligación ciudadana,que no satisfecha en su momento correcto, puede acarrear unas sanciones bizarras, y hasta a uno se le puede bloquear el pasaporte, menuda gracia… A los residentes en el exterior, esa obligación se convierte en derecho, por lo que ni me acordaba como eran las urnas) ¿Y porqué? Para revivir la emoción que he vivido un día del 2011, de vuelta del trabajo y a pié desde el Barça, la Diagonal completamente cerrada por los manifestantes, los estudiantes que empezaban a emular el 15M por BCN… Soy una romántica, la fuerza de las masas pudo conmigo y era una tarde preciosa… Sí, sí, si se juntara la gente de a pié, la chusma… Así que, ayer la lagrimeta al canto del ojo, a ver qué pasa… (De entrada, hoy desde mi mesa de trabajo interino, he visto ya cajas de cartón). Besos…
Hola Adriana:
No es cuestión de tener razón o no. No soy muy inteligente y cuando no entiendo las cosas prefiero obviarlas. Yo también me emocioné el 15M pero visto con perspectiva histórica sólo sirvió para poner al PP con mayoría absoluta en toda España (recuerda que mandaba Zapatero ese 15M) Todavía estoy esperando que se vuelvan a convocar esas épicas manifestaciones, pero nada, no hay manera. Lo dicho lo que no comprendo prefiero evitarlo.
Besos.
A mí me ha pasado lo mismo. Al final cambié de opinión y voté a uno de los de siempre.
En mi caso fue por un motivo diferente. Ella me cae bien y me parece válida, pero desconfío de los que se ocultan detrás. Unos simplemente por ocultarse y otros por simple dentera… La monja Forcades por ejemplo.
A ver si en las siguientes tengo un arranque de coraje … y la peto!
Mi breve paso por el asociacionismo político me enseñó que los rebotados son una rémora para hacer nada
No sé si el concepto de rebotado que tenemos es el mismo pero no sólo son rémoras sino peligrosos. Históricamente se confirma: Marat, Daton Robespierre rebotados. Göring, Goebbels rebotados. El mismo Stalin era un rebotado.