Soy un hombre. Lo sé porque aparte de mis rasgos sexuales me lo han dicho, bueno además me han dicho siempre que debía serlo. A lo largo de mi vida sólo he conocido dos tipos de hombres: los que respetan a las mujeres y los que no (modestamente me incluyo en el primer grupo). Esto no es un descubrimiento mío. Hay mucha literatura y cinematografía que lo expone, pero yo en mi realidad vital lo confirmo. Todo lo que escribiré a continuación hace referencia a los hombres que respetan a las mujeres.
Salvada esta primera criba, los hombres formamos una hermandad, somos hombres, queremos ser hombres, debemos ser hombres. No sabemos qué significa ser un hombre, pero todos queremos serlo y además nos ha sido exigido por nuestros padres y abuelos y de forma aún más enérgica por nuestras madres. Un día amas, follas convives con las mujeres y también te piden que te comportes como un hombre: Eres como un crío, lleva tú las bolsas del supermercado, busca un piso, deberías saber arreglar ese enchufe. Y la verdad, ser un hombre hoy no es fácil. Mi padre y mi abuelo lo tenían más claro pero yo… Sí le grito a una mujer me acusarán de maltratador, si tomo fotos de niños en un parque de pederasta, si me cuido mucho soy un maricón y si paso de todo soy un perroflauta.
Quizás el motivo aparte de achacar a la liberación de la mujer, nuestra desorientación vital, sea la cantidad de tonterías que hoy en día se dicen sobre los hombres y que en tiempos de nuestros antepasados ni siquiera se planteaban por ejemplo: Los hombres también tenemos hormonas. Esa coartada perfecta de las mujeres para comportarse como locas, también nos afecta. Pero nosotros tenemos sólo una hormona capital: la testosterona. La causante de la calvicie, el pelo en el pecho, la voz grave y que seamos en general más fuertes y brutos que las mujeres. La testosterona en diversas proporciones, pone violento o taciturno y nos hace emprender grandes hazañas o quedarnos enmudecidos y pasivos ante los problemas; además es la causante del falso mito de que los hombres no lloramos.
Ya lo creo que lloramos, podemos hacerlo durante horas y días, la pérdida de un ser querido o la impotencia y el miedo no hacen llorar. Lo que sucede es que la testosterona bloquea el lagrimal y por eso derramamos pocas lágrimas o tardamos más en hacerlo, pero los hombres lloramos un montón. Además sí que puede ser verdad, que los hombres lloramos cuando hay que hacerlo y no como las mujeres que lloran por cualquier cosa.
Los hombres tenemos sentimientos profundos por cosas más allá del fútbol. Siglos de poesía y literatura no hubiesen sido posibles si los hombres no tuviéramos sentimientos intensos. Por ello hay que tener cuidado pues tras la fachada de macho semental puede haber un corazón de cristal y esto a algunas mujeres, les resulta muy difícil de entender. Les resulta difícil de entender que un hombre pueda competir, pelear, enfrentarse a otros hombres en desigual combate y en cambio no se atreva a decirle a una mujer que le gusta. Son dos fortalezas, dos fragilidades distintas. Una cara partida se cura y se almacena en la memoria como una insignia, un corazón roto masculino puede no llegar a recomponerse ni con Loctite. Así que hay que ir con cuidado.
Los hombres y las mujeres presentamos afortunadamente, un claro dimorfismo sexual, y se dicen últimamente muchas tonterías a la altura de que tenemos una costilla menos que ellas. (No, no nos falta una porque Dios se la quitara a Adán para crear a Eva. Consulten un manual de anatomía o a su médico traumatólogo sino me creen.)
Por ejemplo, no es cierto que los hombres veamos menos colores que las mujeres. Esta tontería se desmiente fácilmente visitando un gran museo. Si los hombres viésemos menos colores que las mujeres Velázquez o Rembrandt no hubiesen podido pintar la luz como lo hicieron. Las mujeres visitarían el Prado o el Louvre y verían extraños saltos cromáticos o infantiles variaciones de color en las grandes obras de la pintura y eso, que yo sepa no es así. Por lo menos nunca he oído a una mujer decir que los cuadros de Vermeer parecen un cuaderno de pinto y coloreo. Admito eso sí, que el turquesa y el aguamarina de las mujeres sean para nosotros sólo verde azulado, pero somos capaces de ver que son dos colores diferentes.
Tampoco es cierto que no podamos hacer más de dos cosas a la vez. Si fuera cierto no podríamos conducir y hablar al mismo tiempo o cantar y tocar un instrumento. Billy Joel Y Mark Knopfler simplemente no habrían existido. Es posible que lo que no podamos hacer y las mujeres sí, es hacer dos cosas antagónicas a la vez como hablar y escuchar al mismo tiempo, pero ya les aseguro yo que estoy escribiendo esta entrada mientras escucho música y tomo café y eso es hacer más de una cosa.
Otro de los mitos más extendidos no ahora sino siempre, es que los hombres nos fijamos más en el físico que las mujeres al buscar pareja y esto hay que matizarlo, pues no sólo porque es mentira sino porque puede ser todo lo contrario. El famoso dicho «En caso de guerra cualquier agujero es trinchera» no se aplica a las mujeres y sí a los hombres. No voy a dar lecciones de antropología y genética, ¡Dios me libre!, pero a nadie se le escapa que la mujer buscará siempre relacionarse con hombres que en caso de dejarlas preñadas les garanticen una mejora de su genética y aseguren la supervivencia de su descendencia. Los hombres en cambio sólo podemos intentar relacionarnos con quienes podamos para perpetuar nuestros genes, así que podemos tener un listón de preferencias físicas muy bajo. Es por eso que asumiremos, aunque no sea así, que una modelo, una actriz famosa o simplemente una tía buena, se dejará seducir por los mejores, despreciando a los demás y ni nos acercaremos. «La suerte de la fea la bonita la desea» se dice y no sin razón, pues los hombres no nos podemos permitir rechazar ninguna oferta. Además, ¿alguien me puede dar una caso famoso inverso al de Carlos de Inglaterra y Camila Parker? En todo caso cabe admitir que quizás para las mujeres ambas cosas son igual de importantes, el físico y el interior y que nosotros a veces nos conformamos con el físico, de ahí la confusión.
Lo anterior explica además una de las verdades más dolorosas de los hombres. Somos infieles por naturaleza. No podemos decir que no y no rechazaremos ninguna oferta sexual por muy casados o comprometidos que estemos. No se puede generalizar ya lo sé, pero este punto se ha de asumir y no sobran casos celebres de famosos actores, cantantes o políticos que han sido prolijamente infieles. Lo único que pueden hacer las mujeres es intentar un pacto entre todas a lo largo y ancho de la Tierra para no quitarse los hombres las unas a las otras. Los hombres podemos amar incondicionalmente a una mujer toda la vida y a ninguna otra, pero como oí una vez en un monólogo cómico, si se deja su hermana, también nos la follamos.
Pero lo que no somos los hombres ni lo seremos es seres simples, obsesionados con el sexo y el fútbol aunque bien es cierto que lo perecemos. Qué vosotras sois más humanas, más sensibles, más listas y mejores en casi todo, eso ya lo sabemos chicas, pero no sois más complejas. No perdáis el tiempo en demostrarlo y en lamentaros de que no estemos a vuestra altura. Os aconsejo que aprendáis el manejo de los hombres pues al igual que los modernos teléfonos celulares,televisores y automóviles parece que sólo servimos para unas pocas cosas, pero tenemos muchos botones y funciones aparentemente ocultos y si se descubren podemos dar muchos momentos de diversión y felicidad.
¿Cómo que no os podéis permitir rechazar una oferta? No hay que conformarse con nada. Hay que luchar para conseguir lo que se desea.
Y….Nunca he pensado tener hijos pero está claro que preferiría a un hombre inteligente, maduro, cariñoso como padre de mis hijos. ¿El físico? Sí, es importante. Pero no lo es todo!
En el rollo que el soltado antes ya digo que para las mujeres es tan importante el físico como el interior. Lo que me molesta son aquellas que dicen que lo importante es esto último y no se fijan en el exterior, pues es científicamente imposible.
En cuanto a que no podemos rechazar ninguna oferta, reconozco que no está bien escrito, debería poner «no podemos rechazar una buena oferta» y sí, entonces, luchar por ella cuanto sea posible.