Diario de viaje. Día 2.

Nevada dinner

Día gris en Nueva York.  Desayuno en «The Fabulous Nevada dinner». Parece caro, casi nueve dolares, pero el bocadillo que me sirven tiene el tamaño de la cabeza de un recién nacido y hay barra libre de café ¡hasta me invitan a agua fría! Dios bendiga a América.  Sólo una pega. Ya es humillante que los amabilísimos sudamericanos que me sirven no entienda mi inglés,  pero que tampoco me entiendan en español me hace sentir un poco tonto. ¡Cómo he descuidado los idiomas! No me entero de nada, pues ahora resulta que el desayuno sólo me cuesta seis dólares. ¡Yupi!

Un interminable viaje en la línea R me lleva hasta la estación del ferry de Staten Island, unos barcos gigantescos que  trasladan de manera frenética miles de personas por hora ¡y son gratis! Desde alli veo por primera vez la estua de la libertad y de lejos el puente de Brooklyn.  Tomo uno de los ferris y puedo ver la impresionante  vista del skyline de Manhattan flanqueado por la estatua de la libertad.  Todos los objetivos turísticos cumplidos. Si tuviera que volver por emergencia a Barcelona ahora, daria por bueno el igualmente el viaje.

Ferry a Staten Island

Un descanso para tomar café y orientarme.  Decido subir por Broadway hasta Wall Street donde casi me rompo la crisma al tropezar en las escaleras del monumento a George Washington.  No ha pasado nada. Fotos de rigor de la Bolsa y regreso al hotel.

Monumento a  Washington

He comido un «Hot dog» de los que venden en la calle tan típicos. Con un botellin de agua 2 $. Aquí todo el mundo come en la calle. En Wall street me encuentro con una fila de ejecutivos esperando su turno en los puestos de perritos calientes.

CIMG2800

Regreso al hotel. No consigo abrir la puerta con mi tarjeta magnética.  A ver la que puedo liar con mi inglés para explicar todo el mogollón, pues el recepcionista de hoy no habla español.  Expongo mi problema hablando tranquilamente. El recepcionista parece comprender y me da una tarjeta nueva. ¡Gran éxito! Esto de la «inmersió llingüistica» funciona.

Por fin decido ir al centro y pasear un rato por allí. En Manhattan la gente es más que en otros sitios que yo haya visto. Los pobres son muy pobres, los pijos son muy pijos y los raros son rarísimos. Hay gente disfrazada de Hello Kity que se pasea sin hacer nada aparentemente, no como el tío que va de Ironman y pega unos sustos morrocutudos a los viandantes desprevenidos. Hay predicadores variados, hombres anuncio que están plantados en las esquinas para indicar donde está el establecimiento que anuncian. Una chica, bastante mona por cierto, está quieta en medio de la acera de la calle 42 haciendo un gesto como si un gran estruendo estuviera dañando sus oídos. En frente suyo un tipo disfrazado de zombie se mete con dos mujeres.

Zombie se mete con dos mujeres

Todo va muy bien hasta que decido ir a ver la catedral católica de San Patricio, que se supone, es la mayor de Norte América y una de las mas grandes del mundo. Palizón de andar para nada. La catedral está en en obras y en la entrada hay tío que es de seguridad o pide dinero. Me da igual, no me quedo a saberlo pues me mira mal.

Agotado regreso a la estación de metro. Por el camino me encuentro con el Rockefeller Center, la biblioteca pública y los impresionantes rascacielos de la avenida de las Américas. De repente me encuentro mal, temo que me está dando un ataque de asma. Me detengo y trato de recuperar el resuello. No, no es asma, sino la variante aguda del síndrome de Sthendall que yo llamo: «síndrome de de Martínez Soria». Logro recuperarme y regreso al hotel. Por hoy ya está bien.

Rockefeller-Center

Publicado por David

La cosa esta muy mal

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