Barcelona no parece a priori la ciudad ideal para encontrar la paz y el sosiego. Hay gente por todas partes y en estos tiempos mucha agitación reivindicativa. Pero creo que hay lugares de mi ciudad natal donde no consigo estar nunca desanimado, sitios para combatir la depresión y que me gustaría describir. En principio hablaré sobre lugares donde uno puede estar tranquilo y disfrutar, sobre todo en primavera, de la ciudad condal: Parques, playas y locales donde puedo reflexionar o leer un libro más a gusto que en mi propia casa.
Pero voy a comenzar por una zona que está lejos de ser tranquila y recogida. Una zona donde a pesar del bullicio, nunca consigo estar desanimado pues es imposible estarlo rodeado de tanto esplendor, belleza y maravillas. Me refiero zona de la Fira de Barcelona y que también es el acceso a una de las dos montañas emblemáticas de Barcelona: Montjuic.
Empiezo el recorrido en la de Plaza de España. Curiosamente Barcelona dispone de una de las plazas llamadas de España más grandes y bellas. Puede que sólo superada en belleza por la de Sevilla y por descontado mucho más hermosa que la anodina Plaza de España madrileña. Aquí comienzo a encontrar las maravillas de las que hablé. Por de pronto, en la Plaza de España nace o muere según se mire, la mítica Avenida del Paral·lel (paralelo), el Broadway barcelonés ya que en ella se concentran los más famosos y activos teatros de la ciudad. También encuentro en ella la Plaza de Toros de las Arenas. Tan bella que no fueron capaces de demolerla cuando quedó obsoleta. Me llamó mucho la atención que la levantaran literalmente del suelo de una sola pieza, para que cupiese dentro el actual centro comercial Arenas.
Sigo el recorrido por la avenida de la Reina María Cristina por el centro de las dos torres de estilo veneciano, similares a la que hay en la Plaza de San Marcos de Venecia, recuerdo que esta última es mucho más grande e imponente pero las de aquí no están mal. La vista desde ese punto es de las más bellas de Barcelona y equiparable a la de las más monumentales ciudades europeas que he visitado.
El llamado Palau Nacional (Palacio Nacional) se alza en el horizonte majestuoso y hoy, todavía, me impresiona verlo desde la distancia.
Sigo caminando por la avenida flanqueada de fuentes y de los pabellones de la Feria donde se celebran congresos y certámenes algunos de importancia mundial. Pero antes de llegar a las escalinatas que me conducirá hasta el palacio me detengo en el cruce con la Avenida de Rius i Taulet. Allí hay tres maravillas que no puedo dejar de visitar:
La fuente iluminada o Font Màgica de Buïgas. Una de las maravillas no de la zona sino de toda Barcelona. La fuente diseñada por el Arquitecto Carles Buïgas para la exposición universal de 1929 que se celebró en Barcelona. El espectáculo de luz y música puede contemplarse de jueves a domingo entre abril y septiembre. Hace años que no la veo en funcionamiento por la noche, cuando es más llamativa. Las cataratas me impedían disfrutar del espectáculo. Tengo que ir una tarde de estas para verla con la claridad como cuando era niño.
El Pabellón Mies Van Der Roher. Aunque no lo parezca, este sencillo edificio de una sola planta, que apenas llama la atención y que pasa desapercibido habitualmente al visitante es, a mi juicio, un edificio tan importante para Barcelona como La Pedrera o La Torre AGBAR. Sí ya sé que es una reproducción y que parece una obsoleta construcción de los años 70 pero no puede negarse su mérito. Comprendí su importancia cuando supe que se trataba del pabellón alemán de la exposición universal antes mencionada y fue concebido en una época donde se construía todavía con muros de contención, columnas dóricas, balaustradas y otras ornamentaciones clásicas. Un edificio con estructuras metálicas y vidrio debió provocar una conmoción a quien lo contemplaba en aquel entonces. Ciudades enteras se construirían según su patrón. El tiempo lo ha superado, ya casi es una reliquia pero creo que es un orgullo tenerlo en Barcelona.
La Fábrica Casaramona o sede del Caixaforum. Este museo gratuito está situado en una bellísima construcción industrial del genial Don Josep Puig i Cadafalch cuya memoria como la de Don Lluís Domenech i Muntaner y tantos otros se ve eclipsada por la inmensa gloria de su coetáneo Don Antoni Gaudí. La fábrica Casaramona es un edificio de obra vista con salas dedicadas a interesantísimas exposiciones, la mayoría de libre acceso. Pero si no me interesan las exposiciones el caminar por sus pasillos exteriores o subir a la azotea es más que satisfactorio. Como técnico de instalaciones en los edificios me llama mucho la atención sus torres depósitos para agua contra incendios, que fue una de las peticiones del Sr. Casaramona que ya había perdido toda una fábrica en un incendio. No había bombas en aquella época ni rociadores ni detectores de humo y había que ser ingenioso, se llenan de agua los depósitos de las torres y en caso de incendio se abren las compuertas y se inunda la fábrica. Siempre serán mejor los efectos del agua que del fuego.
Finalizo el recorrido en el Palau Nacional que alberga el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Nuevamente, sino me interesa lo que exponen suelo visitar la nave central. Recuerdo que cuando era niño se montaban unas entregas de juguetes por parte de los reyes magos para los hijos de trabajadores de SEAT. Yo era muy pequeño y sólo recuerdo una de esas ocasiones pero la magnificencia del acto no se ha borrado de mi memoria.
Por último subo por las escaleras exteriores hasta el mirador para echar la vista atrás y ver el camino recorrido y de paso toda Barcelona. Al fondo la otra montaña emblemática de Barcelona: El Tibidabo el pico más alto de la sierra de Collserola, con la punzante presencia de la Torre Foster.
Si no se me ha pasado el desánimo en este punto es que estoy realmente mal. Pero eso no ha ocurrido hasta la fecha.
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