Tenía ganas de ver Prometheus porque tratándose de una “precuela” de Alien, estaba seguro que iba a tratarse de un bochornoso ejemplo de incoherencia y anacronismo histórico y tecnológico tan habitual en Ridley Scott y así ha sido. Me gustaría tener los conocimientos para poder hacer una crítica como las que se hacen en este magnífico blog, pero la película es tan mala que incluso yo puedo encontrar algunos de los muchos defectos que tienes. Por ejemplo:
No es ciencia ficción es misticismo y religiosidad.
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El guión de Prometheus parece que ha sido escrito por Damon Lindelof que es a la sazón el guionista de “Lost”. Puedo presumir de no haber visto ni un sólo fotograma de esta serie así que de la capacidad de este sujeto sólo tenía vagas referencias hasta que vi Prometheus y sinceramente para el tipo de cosas que se dicen habría sido más barato encargarle el guión a Sara Palin.
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Por de pronto los científicos de verdad son pintados como inquisidores arrogantes que anteponen el Darwinismo a la verdad inmutable del creacionismo, en este caso no de Dios sino de gigantes albinos con tufo precolombino que tira de espalda.
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Pero lo más increíble es que el motivo de la expedición, que no comentaré pues haría eso que ahora llaman “Spoiler” está basado en la mera creencia espiritual de la protagonista. Ante la pregunta del arrogante científico, antes mencionado, de que qué pruebas justifican la creencia de que existen unos tipos creadores de los humanos y en cuya busca han ido hasta ese extraño planeta, la protagonista contesta de forma lapidaria: “Por que es lo que he decidido creer” ¡Cágate lorito! O sea que si en vez de creer en que unos alienígenas albinos de tres metros son nuestros creadores, esta tía decide creer que nuestro creador es Papá Noel, le montan una expedición de un billón de dólares (sic) a Laponia.
Ficción puede pero ciencia…
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Para conocer cuanta tontería se llega a decir en esta película me remitiré al blog que mencioné antes y cuya entrada recomiendo leer. Pero me gustaría añadir algunas cosas de mi cosecha. En la película se dicen perlas del estilo:
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“Ese monte mide 15.000 metros a su lado el Everest es un montecito”. Vamos a ver, la altura del Everest es de aproximadamente 8.445 metros por lo que de montecito nada, porque es más de la mitad del monte sobrevolado por la Prometheus. El monte Olimpo de Marte mide 25.000 metros y en ese caso sí podríamos considerar al Everest como un montecito, pero a los intrépidos astronautas de la Prometheus cualquier cosa les impresiona por lo visto.
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“La atmósfera es como respirar un tubo de escape” ¿En 2098 están con esas cosas todavía? ¿En el 2012 estamos preocupadísimos con el efecto invernadero y con el calentamiento global y esta gente no lo ha solucionado? Pues mal vamos.
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Otra de las cosas más absurdas es el pictograma que según la pavisosa de la protagonista se ha repetido en diversas civilizaciones a lo largo de 30.000 años, mayas incluidos como no, y que es igual al sistema estelar al que se dirigen. La importancia de dicho pictograma estriba en que ninguna de las civilizaciones que lo pintaron lo conocían porque no se ve desde la tierra y por lo tanto alguien tuvo que decirles como era y donde estaban. El pictograma no es más que una suerte de constelación de estrellas. Por lo visto los guionistas no saben que una constelación no es más que la proyección en el plano visual de estrellas que pueden estar a muchos años luz entre ellas pero que para nuestros ojos parecen estar juntas formando una figura imaginaria. Sí lo “ingenieros” que así llaman a los alienígenas que nos crearon dieron semejante pista una de dos: o estaban fumados o simplemente dejaron un mensaje alegórico. En mi modesta opinión, encontrar un determinado sistema planetario en un universo lleno de galaxias simplemente por unos puntos dibujados en cuevas por civilizaciones antiguas es una ridiculez de tal calibre que los patrocinadores de tal expedición tenían que haber echado a patadas a cualquiera que lo propusiera.
Lo dicho, anacronismo tecnológico.
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Como esperaba, la Prometheus, nombre de la nave donde viajan los protagonistas, dispone de impresionantes computadoras dotadas de interfaces tridimensionales y holográficas mientras que la Nostromo, muchos años después está equipada con monitores de fosforo verde y teclados mecánicos que hacen funcionar una suerte de MS-DOS.
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Pero imaginar ni por un momento, que una nave espacial proyectada para perderse en los confines del espacio exterior, hasta el punto de necesitar de sistemas de crionización para sus tripulantes, pueda estar equipada con un piano de cola y una cancha de baloncesto, es simplemente un insulto a la inteligencia del espectador.
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Mención aparte a la provisión de tabaco de todo tipo. A estos inconscientes les trae al pairo los efectos que sobre la atmosfera artificial de la nave pueda tener el fumar cigarros habanos. En la tierra se prohíbe fumar en los bares y lugares de trabajo y en la Prometheus puedes fumarte un Farias, incluso puedes añadir humo de tabaco en el soporte vital de tu escafandra, cosa que aunque parezca coña, sucede en este aborto cinematográfico.
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Pero no todo es tan arbitrario. Uno de los miembros de la expedición decide llevar un arma pero la ínclita protagonista le dice que no, que son una expedición científica. ¡Con dos ovarios, sí señor! estás buscando a tu creador en un planeta que evidentemente alberga vida, pues de lo contrario no estarían allí, pero armas no. Para qué. Si aparece un gusano enorme que actúa como una cobra nos acercaremos a él y le acariciaremos el lomo como si fuera un conejito. Vamos a violar los secretos de civilizaciones más viejas y sabias que nosotros pero cuidado con afectar la fauna local.
Aspectos cinematográficos.
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Los de mi edad recordamos Alien el octavo pasajero como un autentico bombazo de la ciencia ficción por su originalidad. Para empezar Alien inició lo que se llamó Ciencia ficción sucia, es decir, alejado del tipo Star Trek que perduraba en Star Wars. Los personajes eran tipos corrientes con físicos corrientes, problemas laborales y cosas así.
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También era la primera vez que una mujer se convertía en heroína activa y no aparecía como mero florero estilo princesa Leia y Sigourney Weaver era en esa época lo más de lo más. De hecho, ahora con sus sesenta años sigue siendo una estrella.
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Y por si fuera poco tuvo una segunda parte gloriosa dirigida por James Cameron con detalles como los robots de carga (imitados pésimamente en Matrix Revolution y Avatar) o como la maravillosa Recluta Vasquez protagonizada por Jenette Goldstein que llenaba la pantalla con su presencia y no como la inexpresiva de Noomi Rapace, cuya interpretación de doctora sabelotodo, que busca a su creador me ha puesto de los nervios. Es en mi opinión uno de los peores casting de la historia del cine. Lejos de la grandiosa presencia de Sigourney Weaver, esta niña resulta petulante, desagradable y tan poco creíble como heroína espacial como poner a Lisbeth Salander a buscar extraterrestres. Aunque esto último no hubiera estado mal., total todo es ciencia ficción de muy mala calidad, pero por lo menos la curiosidad me hubiera empujado a terminar de ver este atentado contra la la serie cinematográfica feminista por antonomasia que ha dado grandes iconos femeninos como la teniente Ripley, la recluta Vasquez y la gata Jonesy.
En definitiva, Alien el octavo pasajero y Aliens el regreso, son dos clásicos del cine de ciencia ficción que nunca debieron ser mancillados con una precuela tan incoherente y ridícula.