Siempre he querido ser un tipo duro. Bueno no, siempre he querido parecer un tipo duro y digo que me gustaría parecer más que ser, porque recuerdo que en uno de mis más graves ataques de asma, el director médico del pabellón de pneumología del Hospital de Sant Pau y que además ocupaba un cargo médico de no poca importancia en el gobierno catalán de aquella época; me dijo que en toda su carrera no había conocido, y cito textualmente, un hombre más fuerte que yo. Me dijo que había visto a tipos más grandes y corpulentos llorar y gritar durante toda una noche con asma más leve que el mío que apenas si me dejaba un 40% de mi capacidad pulmonar y sin embargo, a mí no se me había oído ni siquiera pidiendo agua.
Aquellas palabras de aquel doctor me animaron mucho pero no es el tipo de hombre duro al que yo me refiero. Yo hablo del clásico tipo a lo Steve McQueen o a mi favorito y más actual Jason Statham. Creo que a los tipos duros les va mejor en la vida, tienen más éxito con las mujeres y no sufren el acoso de pelmazos y es esto último lo que considero la mayor ventaja de ser un tipo duro. Si tienes la pinta de Charles Bronson o la cara de Lee Van Cleef nadie te molesta con gilipolleces. Pero por lo visto yo tengo cara de pardillo. Se ve de lejos que soy un panoli, sino no me explico porque tengo que soportar a todos los pirados que hay por las calles de Barcelona.
Por ejemplo, hoy he ido a un conocido centro comercial para acabar de hacer mis compras navideñas de desempleado. En dicho centro comercial había en ese momento dos mil personas pues una señora con pinta de loca, ha esperado a encontrar al tío con mayor cara de pringado y ese era yo. Se ha pegado a mí y hasta que no le he señalado con el dedo donde estaba el producto que quería adquirir no me la he quitado de encima. La señora que hablaba atropelladamente, quería que yo le indicara que tipo de funda debía comprar para una tableta de 10 pulgadas de una determinada marca. Yo le he señalado exactamente lo que necesitaba y la señora lo ha cogido y entonces sólo entonces, se le ha ocurrido preguntarle a uno de los chicos que trabajan allí que si era aquella la funda que quería. Es decir, me molesta con sus inseguridades, me hace perder el tiempo, abusa de mi buena fe y además ¡ni siquiera se fía de mí! ¡Seguro que estas cosas a Bruce Willis no le pasan!
Hace más de veinte años yo tenía más pinta de atontado que ahora si cabe, así que en esa época no podía salir a la calle sin que un enjambre de vendedores callejeros, evangelistas de medio pelo y prostitutas de saldo revolotearan a mi alrededor. Cierto día mientras esperaba a que se pusiera verde el semáforo entre las calles Córcega y Urgell de Barcelona, se me acercó un tipo flaco y bajo con pinta de yonqui que me ofreció un encendedor. Me dijo que estaba vendiendo mecheros con el fin de reunir lo suficiente como para comprar un billete de tren que le llevara hasta su madre enferma que vivía en Alcázar de San Juan. La historia no me conmovió pero el tipo me daba tanta grima que hice ademán de buscar algunas monedas en mi bolsillo y comprarle el encendedor para que me dejara en paz.
–¿Cuanto vale? le pregunté pensando que el tosco encendedor de plástico fosforito que me ofrecía no sería excesivamente caro.
– 3.000 pesetas. – Me dijo. – Pero,… si yo nunca he visto tres mil pesetas juntas.- Le contesté antes de comentarle de que no me interesaba. – Vale, dame lo que puedas. – Me volvió a comentar pero aproveché que el semáforo cambiaba y salí corriendo con el típico trote cochinero con el que huimos los panolis con la esperanza de librarme de él. Y así fue, bueno eso creí yo. 15 años después, una soleada tarde de agosto en la que disfrutaba de la jornada intensiva, mientras esperaba a que cambiase el semáforo entre las calles Córcega y Urgell de Barcelona, se me acercó un tipo flaco y bajo con pinta de yonqui que me ofreció venderme un encendedor. Me dijo que estaba vendiendo mecheros con el fin de reunir lo suficiente como para comprar un billete de tren que le llevara hasta su madre enferma que vivía en Alcázar de San Juan… No, no me he equivocado con el “copy paste”, era el mismo tío, vendiéndome el mismo tipo de mechero aunque en esta ocasión por 50€. El tipo había encanecido algo durante esos 15 años pero por lo visto yo seguía teniendo la misma cara de pringado.
Ser un panoli es muy cansado. La gente me mira y piensa: «este tío tiene cara de pringado y no puede ser mala persona». Es por eso que soy el típico fulano al que cualquier desconocido le deja con toda confianza su carísima cámara Nikon porque deducen que soy un buenazo y no saldré corriendo con la cámara en ristre. Hay un sin fin de extranjeros que tienen bonitas fotos con sus parejas en la Sagrada Familia, en La Alhambra o el La Basílica de San Pedro hechas por mí. Recuerdo que mi primera vez en Madrid coincidió con la instalación de la enorme bandera española que el gobierno colocó en la Plaza de Colón. Me paré durante unos segundos para observarla y me arrepentí todo el día de haberlo hecho. Resulta que todos los turistas querían una foto con la bandera al fondo para poder demostrar en sus lugares de origen que habían estado en España. El problema era que la bandera al ser tan enorme caía a plomo la mayor parte del tiempo, así que la gente me rogaba a que esperase a que soplara el viento para hacer la foto con la bandera ondeante. Pero para que esa bandera ondease hacía falta algo más que una simple brisa, así que perdí la tarde esperando vientos de fuerza suficiente para levantar el enorme trapo que hicieran felices a los simpáticos turistas que sus divisas mantienen nuestra economía.
Yo lo intento, intento parecer duro e inaccesible pero no lo consigo. Recuerdo una fría noche invernal mientras esperaba a que Silvia llegara a la inhóspita estación de autobuses de Lleida. Era ya tarde y en los andenes hacía frío. Decidí dirigirme hacia el vestíbulo donde pensé haría más calor. Cuando llegué vi que el recinto estaba lleno de africanos vestidos con ropa de estilo militar y cuyos rostros hacían que aquel lugar pareciera una película de Spike Lee ambientada en la guerra de Angola. No puedo negar que me asusté un poco, pero como todos aquellos hombres además de enormes eran negros, decidí quedarme un rato no vaya a ser que me tomasen por un racista. Así que me erguí todo cuanto pude, alcé mis solapas y confié que mi barba de tres días y mis botas estilo Doctor Martens me dieran el aspecto que disuadiera cualquier posible aproximación peligrosa. Cuando conseguí que mi porte fuera tan rudo como el de aquellos hombres ocurrió lo impensable… Silvia me llamaba para confirmar que llegaba con retraso. Algo muy normal sino fuera porque yo tenía como tono del teléfono lo siguiente:
Naturalmente, toda mi fachada se vino abajo delante de aquellos hombres de enjutas mejillas que clavaban atónitos y burlones sus escleróticas amarillentas en mí . En fin, lo seguiré intentando pero creo que lo tengo crudo. El pringado nace, no se hace y mucho me temo que me esperan años de fotografías turísticas y pelmazos inseguros.
Ánimo David, no tengas esa visión tan negativa de ti mismo.
Seguro que son más las buenas cosas que te definen que las malas. No pienses en la apariencia que das ni en los ‘que dirán’ y mira hacia adelante con la cabeza bien alta. La confianza en uno mismo es la mejor fachada.
Pasa buenas fiestas y feliz 2013 ;).
Gracias por tus palabras de ánimo. Pero siempre he pensado que sólo los hombres verdaderamente seguros de sí mismos, son capaces de mostrar públicamente sus defectos. Encontrarás pruebas de lo que digo en muchos personajes de la historia.
Qué pases también unas buenas fiestas y un feliz 2013.
D.
Yo,también creí que eso es así por culpa de mi mejor amigo,l verdad no soy de los que halagan a sus seres queridos pero,desde los 12 años hasta hoy,me hice amigo de un chaval.Todo era normal,pero desde que cumplió los 14 hasta hoy,os juro que empecé a admirarlo.El muy cabrón se forjó un carácter desde entonces que en serio,parecía un
hombre de 30.Es solo hecharle un vistazo y ves que va a lo que va,que es decidido y directo,siempre va con las mismas pintas por ahí,con un
chándal,el pelo hacia el lado y una
navaja en el bolsillo(desde que
empezó a ir a Lugo al colegio le dio por llevarla,pero no la enseña ni
nada,y es eso,es que no presume,es así de verdad)escucha hip-hop, y
en su tiempo libre siempre está ayudando a su padre,no se pone a hacerse el chulo fumando en una esquina como todos los tontos de hoy en día.El cabrón le va bien con las chicas,pero es que da risa(no es
gay,llegó a tener,muy puntualmente novia,una tía buena,que le sacaba un año,parecía ser madura mentalmente pero al final resultó ser bastante niñata) no les hace ni caso,en el colegio atiende de vez en cuando y es muy majo,pero eso,que mira que se le tienen acercado tias y tías,a veces chavalas de 18,no sé que hacen con su vida,y el n
unca les hizo caso,nunca,es que aunque se me
haga raro decirlo,y nunca se lo diré(haha)es un tipo duro,pero de verdad.Uno de los ejemplos que os puedo dar(podría escribir un
libro)un día salió de entrenar,y yo estaba esperándolo con amigos y amigas de
clase,cuando vimos a
Samuel,un chaval de 16 años,rebuscando en las mochilas de los del
equipo en el banquillo.En esto,lo aviso,(y es que se me quedará en la mente por el resto de mi vida)sale de el partido que estaba en curso,y
como en una películaTODO el mundo se quedó mirando.Se va adando
hasta estar en frente de el ratero(cabe destacar,que a pesar de sus 15 mide 1.86)joder,ya os lo imaginais,la camiseta de tirantes larga,con todo dios pasmao,con esa cara decidida que lleva siempre,y se para delante de él sin articular palabra,os juro que lo mató con la mirada,el
chaval se fue más largado que un cohete,intentando no hacerse el asustado.Cogió su mochila,se cambió,y cuando llegó hacia nosotros hicimos nuestro choque de colegas de siempre,y el tipo como si nada,nos pusimos a hablar de baloncesto y nos dimos un paseo con l@s amig@s de siempre por ahí,y el como si no le hubieran intentado robar el teléfono ni nada como un día cualquiera.En resumen,un amigo de verdad,me ayudó a ver lo idiota que era una chavala,mi según do amor,un tipo duro,con dos cojones,digno de admirar