Miércoles al alba. Mientras espero que el ansiolítico me haga efecto y me dé sueño. Veo la sorprendente serie policiaca, por llamarla de algún modo: Numbers.
Va de un aguerrido policía que resuelve crímenes con la ayuda de su hermano que es a la sazón una especie de genio de las matemáticas tan brillante que hace que Perelmán o Mandelbrot parezcan Belén Esteban. Mi título de FP de electrónica, mis carreras universitarias tan inacabadas como técnicas y mi experiencia como profesor, me otorgan una leve autoridad para opinar sobre el argumento de esta serie y los conocimientos suficientes como sentir vergüenza ajena cuando veo esta chorrada firmada por el hermano de Ridley Scott. (Al parecer esto va de hermanos con desigual y mal repartido talento)
Esta serie cumple con los parámetros de las series policiacas actuales, a saber:
- Policías atractivos con anatomías que harían acomplejar al mismísimo David de Miguel Ángel, que visten trajes tan impecablemente cortados que hacen que Arturo Fernández parezca un Ocupa.
- Ordenadores con interfaces de usuarios tridimensionales y videoconferencias de alta resolución en tiempo real, y que sin embargo hay que escribirles las cosas directamente al estilo: “ Buscar ficheros secretos consultados de Fulano”, eso sí lo debe de introducir un experto asiático del FBI con licenciatura en Stanford si no no funciona.
- Experto, en este caso el hermano empollón del protagonista, que a pesar de tener 25 años, ha estudiado ocho carreras, y es la máxima autoridad mundial en su campo. (véase Bones)
- Ayudante no perteneciente al cuerpo pero que es al final quien resuelve el caso y hace que los policías de verdad se limiten a aparecer en el último minuto para evitar que el malo lo mate (véase El Mentalista)
Numbers cumple con todo esto pero además, en mi opinión, esta serie roza el delirio.
- El hermano listillo del poli protagonista resuelve complejas ecuaciones como es de esperar de alguien cuyo trabajo es tan urgente como para que dependa de él la captura de un sanguinario delincuente: Mentalmente sobre una pizarra o sobre la típica superficie transparente. El uso de una calculadora restaría frescura a la transformada de Laplace más pintada.
- Conoce al dedillo todos los aspectos de todas las ramas del cálculo, la combinatoria y la probabilidad y puede aplicarlos en el acto según vaya evolucionando la investigación del caso.
- Cuando su hermano, su padre o un policía se le acerca, siempre lo hacen exactamente cuando acaba de dar con el algoritmo con el que describirá con exactitud lo que se le iba a preguntar.
- Todo lo resuelve mediante la aplicación del teorema de tal en combinación con la ley de cual, pero ¿usar la regla de tres?, ¡vamos anda!
- Dice cosas como que la elección de un jurado es similar al lanzamiento de una moneda pero combinado con la técnica con la que los vaqueros controlaban a los rebaños… ¡y se queda tan pancho!
- Es capaz de saber de donde venía el misil que destruyó el coche del gobernador mediante la localización de los fragmentos del vehículo en un kilómetro a la redonda usando un programa que alguien diseño alguna vez y que se llama “Algoritmo localizador de donde vienen los misiles destructores de coches oficiales”
- Dado que puede resolver con la única ayuda de su cerebro cualquier problema matemático en pocos instantes, lo compensa perdiendo el tiempo haciendo demostraciones vistosas de sus teorías mediante animaciones de bolitas que chocan entre ellas antes las cuales sus compañeros policías y sus superiores asienten babeantes.
En definitiva, esta serie es tan ridícula como Bones o El Mentalista, emitidas en la misma cadena que Numbers, pero sin la mágia de Brennan y Booth ni el encanto de Lisbon y Jane. No la recomiendo. Es más divertido ver el anuncio de la cartera Aluma.
Por eso pinchó y no la ve sin la madre de los Scott. Es un constante «Pitágoras ex machina»: me saco un logaritmo bizarro de la manga, y tú te lo tragas porque eres un lerdo que no aprobó ni Trabajos Manuales en el Insti. Además estoy contigo en el aspecto fundamental: el ex-Doctor en Alaska es un sosainas que no le llega ni al talón de Aquiles al apolíneo Booth, y mucho menos al morbosísimo Patrick Jane, que está poniéndose cañón cuanto más canalla y vengativo es el personaje .