Tengo malas noticias. Twitter no sirve para la revolución, al menos no basta para que logremos libertad y derechos. Twitter es sólo un escaparate cibernético de patéticos ególatras que creemos ser ingeniosos y contraculturales sólo por poder decir naderías amparados en el anonimato y la distancia que da internet. La libertad y los derechos se obtienen luchando.
Entiendo que la gente se embobe con las ocurrencias de famosos que se han ganado ese crédito en el ejercicio de sus diferentes carreras profesionales, pero el resto somos «Don Nadies», que por decir gilipolleces trufadas de crítica social creemos que compartimos la gloria de Arturo Pérez Reverte o de Lady Gaga.
Twitter es la plataforma, donde memos que no votaron para evitar eso tan horrible del bipartidismo, propiciaron el monopartidismo del PP a cuyos líderes insultan ahora, contestando a los pobres becarios que twittean por ellos.
¡Despertemos libertarios de los 140 caracteres! por mucho que pongamos la foto de Groucho o del Ché en nuestro perfil, no nos convertimos en ellos, nos faltan huevos y nos sobra petulancia.
Twitter, Facebook y Google son multinacionales norteamericanas. Son intereses del país que por prurito intelectual decimos odiar. Los Estados Unidos, tienen el dedo sobre el interruptor de estos «espacios de libertad» y lo pulsarán en cuanto vean que las cosas se ponen feas para ellos.
Nos han hecho creer que la primavera árabe o las sentadas en Wall Street se deben a la tremenda suerte de disponer de estos mecanismos de convocatoria pero están engañándonos. Lo único que estamos haciendo con nuestra adhesión a estos medios es que nos tengan a todos distraídos y localizables; lejos de las barricadas y de los cócteles Molotov con los que nuestros abuelos consiguieron nuestras jornadas de 8 horas y nuestra seguridad social.
Nuestros mayores se alistaron en las Brigadas Internacionales o se convirtieron en Partisanos con sólo el poder de convocatoria de sus principios y sus valores. No hicieron falta redes sociales ni community managers influyentes para tomar la Bastilla ni el Palacio de Invierno.
Tarde o temprano nos daremos cuenta de que esto no es un juego de niños, que los poderosos aprietan y no cederán ni un ápice de sus privilegios a menos que peleemos por ellos y cuando digo pelear no me refiero a escribir chorradas en internet sino a luchar en la calle y con el riesgo de que nos hagan pupita.
Por cierto, lo de la no violencia es una de las milongas que nos han colocado. Gandhi fue tan violento como el que más. El tener detrás de ti a millones de personas dispuestas a no moverse frente a unos miles de soldados británicos es como poco una demostración de fuerza y de la buena y sino que se lo pregunten a los irlandeses, a ver si en Belfast el bueno de Mahatma hubiese tenido tantos cojones.
Lo siento, pero la historia deja claro como se combate la tiranía y el abuso. Con Calígula o con Ceausescu se acabó violentamente no con el simpático desparpajo de presuntuosos comentaristas.
Con esto quiero decir que al igual que nuestros antepasados, hemos de decidir si luchamos o nos quedamos en casa pacíficamente aceptando nuestro destino sin rechistar, pues desengañémonos, no hay opresores que cedan el poder tras una cacerolada, no hay suficientes twitteros cuyos ingenios sumen el poder de un solo tanque y no hay lucha sin riesgo de que nos rompan la cabeza.
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David, en definitiva hablas de la guerra más antigua de la humanidad: la lucha entre el valor y la cobardía. Sobran cobardes con dos dedos de frente agazapados entre las líneas que crean otros. Y así no vamos a ninguna parte. Esta revolución social necesita más víctimas y menos victimismo. Sin embargo, confío en el crecimiento incontrolable de la masa que ha superando el umbral de la tolerancia a lo intolerable. Y de ahí a la lucha partida solo hay un paso… de gigante ¿Dónde hay que apuntarse para coger el fusil? 🙂